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La desigualdad de género es transversal a todos los ámbitos de la vida. El campo científico no es la excepción. Es por ello que la ONU instruyó designar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con el objetivo de impulsar vocaciones tempranas y una mayor participación de las mujeres y diversidades en áreas científicas y tecnológicas.

Primero, un breve contexto. A lo largo de los siglos, las contribuciones de las mujeres a la ciencia, fueron invisibilizadas, excluidas, e incluso usurpadas. En muchos casos sus investigaciones fueron difundidas con nombres masculinos. Por caso, desde que la científica Marie Skladowska-Curie obtuvo el Premio Nobel en 1903 hasta hoy, solo 22 mujeres alcanzaron esta distinción en el campo de la física, química o medicina, en comparación con los más de 600 varones que lo obtuvieron en las mismas disciplinas.

Y si bien en la actualidad hubo muchos avances, aún persisten en las mujeres científicas barreras de diversas formas, sean personales, culturales o institucionales, para el pleno desarrollo de su trayectoria y acceso a la toma de decisiones. Las cifras respaldan estas afirmaciones: en el mundo de las I+D (investigación y desarrollo), las mujeres son apenas el 33%.

En tanto, el sistema científico argentino ha hecho enormes mejoras en pos de la igualdad, especialmente si se visualiza que, a principios del siglo veinte, las mujeres no podían acceder a una educación superior y, en los pocos casos en lo que esto ocurría, jamás obtenían cargos dentro de la universidad u organismos científicos. Pero las brechas y los estereotipos de género siguen a la orden del día.

Los datos ilustran, en parte, la brecha actual: tal como se observa en la infografía que retrata la situación del Conicet, si bien en 2022 las mujeres representaban el 54,3% de las personas que investigan dentro del organismo nacional y ese porcentaje es aún mayor cuando se detalla la población de los/as investigadores/as asistentes (el 61% son mujeres científicas), hay una marcada disminución de las mujeres a medida que se avanza en la carrera científica.

Para el cargo de adjunto/a, el porcentaje de representación femenina es menor (57%) y ya en la segmentación de científicos/as independientes del Conicet, la tendencia se modifica: hay más varones que mujeres en ese cargo (51% a 49%). Pero la mayor desigualdad se da en los dos cargos más altos de la carrera científica: las investigadoras principales representan el 41% y en el escalafón de superiores, apenas el 24%.

Además las investigadoras perciben un 25% menos de recursos que sus colegas varones para sus proyectos. Ni hablar en el ámbito privado: sólo el 26% de los/as científicos/as son mujeres.

Todo empieza por las aulas

Las brechas de género no son exclusivas de posgrados y doctorados. En las aulas universitarias ocurre un fenómeno similar: si bien el 60% de los/as universitarios/as son mujeres, sólo el 30% son parte de carreras tecnológicas y ciencias aplicadas, especializaciones que son la piedra fundamental de las sociedades del siglo XXI. Por ejemplo, en las carreras ligadas a la programación, sólo hay un 12% de estudiantes mujeres, lo que hace prever que la participación femenina en estas áreas de alta demanda laboral (y buena remuneración) no repuntará en un futuro próximo si no se modifica la situación actual.

Ahora bien, la falta de mujeres profesionales en Ingeniería, Ciencia de Datos, Programación, Física o Matemática no arranca en la universidad sino mucho antes.  Según una encuesta, el 89% de las chicas de 10 años que participaron de las pruebas educativas PISA dicen que “las matemáticas no son para ellas” y a los 15 años, sólo el 0,5% de las adolescentes afirma que va a estudiar alguna carrera relacionada con las matemáticas (entre los varones, la proporción es del 15%).

Ante todos estos datos es importante seguir promoviendo  y construyendo políticas públicas, para tener más mujeres en el ámbito científico y tecnológico: una mayor diversidad y equidad de género en la ciencia es fundamental para el desarrollo del país.

VER INFOGRAFÍA

Fuentes de datos: Unesco, Conicet, Cippec y Chicas en Tecnología.